Vivo en esta plaga de débiles formas. El intransitable deambular a la limitada alfombra de tus recuerdos, se vuelve y me golpea. Abre las ventanas de esta tinta negra y el archivo invisible de esta incumplida promesa expande esta verde mancha.
Y esta suerte no escogida, más estas insistentes flores en tú bando y la suma inscrita al club de los verdes pájaros, que cantan tempera y escape en el funeral del delirio de estas letras. Son la diapositiva constante de la imagen mal impresa de mis miedos, ansiedades y deseos reprimidos. Puedes levantar la rama del triunfo en eso.
A tientas me aferro a una luz que no tiene túnel y el abrazo que se imagina en este blanco canto de girasoles. Me rindo a la rabia de entender que cambiar es mas lento de lo que se pensaba. Y es posible, que ya no llegue a ese baile con tu encargo. La fruta y los tornillos de mi bolso se pudren y oxidan. En mi camino por las calles, soy yo el que huele raro.
Ya no quiero el vicio de la culpa y el emblema coronado de este fotograma en bucle. El giro latente y la carrera de la circunferencia que pasa por ti y ese pasillo de ambulantes con electrónica barata y desechable.
¿Puede que ya no quede sol, lamparas y cables USB para cuando el pétalo mire estos colores?
Si aun tengo estas hojas blancas, para el pétalo reservado de tu pared cruda y sin sonido. Y si no me he cansado de alojar hormigas contestarías para tu alegato sobre una línea del tren.
Ven y trae los símbolos que quedan en el campamento de tus uñas. Hay un pequeño susurro gris y ese viscoso aceite de los álamos que habitan en espiral al frente de tu casa.
Hoy arrojare tierra sobre mi cabeza. Si tengo suerte, puede que salgan flores.