Su figura se dilata en la mano y en
la mano, del pajarillo perdido en la lluvia.
Detenida en una escalera frente al
mar, posa exquisitas telarañas en sus piernas. De su desinflamado labio,
se tejen versos, estenopeicas pinturas y visiones con olor a viento de lluvia.
La paloma del destiempo, aletea frágil entre cintas de cassettes, en una
primavera seca y muda que cruje entre el dolor o el delirio.
¿Etiquetado invisible de un juego
que divierte? ¿Banalidad de amantes imaginando charquicanes, cerca de la
medianoche?
Callejeo incesante, fotografiando
con los ojos una ciudad de atardeceres en bucle y un chocolate pituco a medio
compartir, a medio conversar.
La última voz habla de cauces,
árboles y posibles pájaros. Prisioneros de la misma nostalgia y la
luz que se estanca.
El estallido de sus colores no
sufre de amnesia.
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