Y nos topamos en ese oasis de luz y paredes de mimbre. Tú, de mirada de mil libros. Yo, relámpago de calle vacía, me emborrache en tu gesto violeta y solo me dan ganas de embarcarme en esos viajes de promesas de piedra y aguas ausentes. Pero tu grito silente, me aprisiona y tu beso me sabe a naufragio y arena. Vestigios antiguos, de iglesias olvidadas, que a tu semejanza se vuelven mudas... al interior infinito de esa taza de cristal negro, ahumado de tanto negarse. Vivo del plagio bastardo de una promesa celeste que vestimos en silencio, en la penuria de nuestros cuerpos. Y me hablas, sin voz, a testamento roto, de fósiles de montaña, ajena y hermosa.
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