Alíneate en mi.
Concédeme el paso nocturno que plaga
esta noche de vísceras y violentos pájaros.
Concédeme el dedo que traspase la llaga de este telar de estrellas
y así, para cuando el cachorro de la tarde ladre
en apoyo a nuestra causa.
Los gatos cachondos de tu techo en el acto
sonreirán puliendo tus rojos zapatos y las raíces que adornan tus pies.
Yo, rezongando y de a poco, desenhebre mi bigote de hojarascas sintonizando mi pestañeo con tu hilarante forma de dibujar senderos a las aguas.
Y evitaremos adelantaremos a la corriente de peces que precede la huida de la tarde.
Habitaremos incapaces y muertos de la risa en esta morada de hojas, cadáveres
del otoño y el verde elixir que fluye de tu boca.
Sembraremos larvas y pequeñas mariposas entre tu sien y tu frente. Reirás blanca
ante el calcinado florero que hay ante la mesa.
Garabatearas finalmente el cardumen de astillas e insectos
que tanto cantaste en la pared futura del cerro.
Recogerás entre tus rodillas el hierro que aun no es hierro en una montaña lejana
por allá en el norte desconocido de tu brújula.
Dormirás con tu mano sobre mi cabeza, haciendo de arquitecta
y diseñadora de barcos y naufragios de papel
entre mis oníricas visiones y releídas de guion.
Alinea-me en ti. Regálame este escalón de dificultades y rojizas frutas
suicidas reventando en el patio trasero
para, que desde ahí,
en el aire y el desaire de estas ficticias escenas domesticas
recojamos juntos
el fruto inútil del árbol que
siempre esta pariendo helicópteros.
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