Siempre tuvo la vieja tendencia de volver a sus principios, no por nostalgia, ni tampoco por pena. Solo era el ejercicio involuntario de trasladarse por los vértices que contempla la memoria, hacia aquel lugar.
Porque de sal se preserva el instante. Su cementerio estaba lleno, pero ausente de flores. Abrazado. Contemplando sus rodillas, balbuceando acordes que no llevaban a mucho ni tampoco a más. Encontrara su voz y gestos en múltiples versos encontrara su virulenta risa en muchos enemistados con su pecho y muchos de sus desaciertos en otros tantos. Pero ya no tendrá que esperar porque la búsqueda ya no existe. Los caminos se abren solos y su momento solo se conmemora en el decidir. Testimonio fehaciente de mi frente a tu voluntad. Ayúdame, fortalecer mis arterias. Enséñame a soltar mi piedra y abrazar la tuya. Ayúdame porque contigo esto tiene sentido. Ayúdame, para así cuando tenga mis pies sobre el pasto del patio de tu casa, reírnos, reírnos, reírnos.-
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