Adivinanza de sangre. Flujo de animitas extenuantemente tristes sembrada de peluches húmedos y una que otra vana esperanza.
Marcada y violeta marcha de carruseles oxidados y penumbras de color tiza, agua, harina y madera que cuidan la ternura poca que se vierte en pleno, desde los largos cabellos del cielo.
Quiero guardar y cuidar la leudante fantasía que surge del tocarse hasta el pecho las venas, la hemorragia de panales y ceras de este Cosmopolitan brebaje de yerbas, que a duras penas conviven en ese espacio ínfimo de la memoria.
Adivinanza sangrante de la criatura que fue agua y ceniza que se fuma tus manos, tus entrañas y sol vidente de la nieve.
Trátame de loco. Trátame de tierra. Acompaña este cultivar la ultima cima de todas las águilas. acompaña a salvar la ultima flor que nació del viento sur. Acompaña a jugar con diarios y lanas la ultima bufanda del ocaso. Y si nos pasamos, cuando se nos acaben los higos y estos piñones imaginariamente posibles de tu horno de amores. Apaciguaremos la anhelada lluvia de abril. Sera fiesta para ventilar mis hojas en tiernas piernas y armar y desarmar mis misiles que provocan calambres al pecho, al corazón, a la ventana. Podremos cocinar vendavales de colores sujetos a la disposición que el viento nos pinte y escriba. Bailaremos juntitos la ultima canción que compuso el mar mientras la vieja peluquera del puerto vuelve a vestir y renacer a alguna niña con crisis de ansiedad en busca de la paz, que provoca la brisa y la remolacha de peces al oriente del pacifico.
Renacerán los frutos que el suelo flojo olvido y convirtió en arena infinita, y crecerán los trenes, los aviones y los ángeles que bailan cumbia, fluyendo del juego de manos, que produce el ser más inimaginablemente perfecto que jamás se nombra.
Con eso me voy. Qué sea lo que sea.