Queda poco camino. Ya todo es solo una breve senda de espuma. Solo quedan las marcas, poco decoradas de las espadas en dirección a la taza del baño.
Es el intento de trecho mirado hacia las distancias donde todos los pasados convergen tras una corta alegría y este molesto despojo de día de feria, que me recuerda el olor de tus manos, post - lavado de loza con olor a cloro y lavazas.
Es un pensamiento encima de ese puente de semáforos, fotos, cajas del bola ocho, pelo bajo los hombros y un paraíso abierto y perdido.
Es el pensarse, verse y casi encontrarse en el difuso y fotocopiado. En el recuerdo de una oscura y danzante mujer de labio inflamado, sumergiéndose en aquel bar de octogenarios, tan parecido a ese sueño que tuvimos, imaginando, un Valparaíso 1954 sujetando carteles con las manos y resonando poemas con la otra.
Es hacer dibujos invisibles sobre el pecho y reír de la risa, frente a cientos de hombres humeantes y jugando a ser dioses sobre un mesa de pool.
Es una cinta VHS incesante sobre ese metro que porta la ultima lagrima del olvido que olvida donde bajarse. Porque en algunos casos la pena no tiene estación ni cambio de anden.
Es una lluvia de ranas y dientes contra el pavimento mientras montamos estos barquitos de papel lustre y tiza que construye esa extraña mujer con cabeza de pájaro, para un ficticio funeral de mariposas.
Es la mejor escena no filmada de un tornillo, que sujeta la puerta de un desconocido vagón de estación que solo será grabado, en los ojos que cubren la mirada musical y borracha de jueves entre las ratas que conviven en mi cabeza.
Es momento de recuento y vulnerabilidades vitalicias, haciendo la fila que se renueva junto a cada gota de lluvia que cae de las piernas del cielo.
Es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario