miércoles, 16 de noviembre de 2022

Radiohead y la Post - Sobriedad

 Por un minuto me perdí a mi mismo

Una mujer congelada. Sus ojos son vidrios negros que saciaran las raíces futuras de la vitrina de un supermercado. No se encuentra, no existe, solo es gélida putrefacción. No duerme, no execra, solo es doliente humedad.

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Un hombre de tierra y volátiles hojas azules, piernas vigorosas lo rodean y reconstruyen . El no lo sabe, jamás lo sabrá. Solo conoce de su ombligo y sus genitales. Todo es plástico, todo es desechable. No perdura

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Un niño que asume los roles que no le convocan. El padre se vuelve hijo, el hijo se vuelve padre. Ya no quedan restos en sus platos, ya no quedan tibias miradas de sobremesa.

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Una flor y todo el proceso que la conlleva. Una lagrima en el metro que llegara hasta el ultimo vagón para evaporarse y posarse en tu pelo. Balas, llanto y algo de arroz. Una elegida, que ya no se parece a mi elegida. No. El/ella, se traslada en un deja-vu ,por allá, en un ficticio parque de hombres de piedra. Se compro un helado y y se sonrío sentada en una invisible escalera de pasto.

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Cuatro regalos y tres dueños. Uno ya es polvo y osamenta restaurada en la vanidad de las manos de cada uno. Mírate, búscate, no te pierdas, no te pierdas.

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Espero, mientras cientos de piedras negras yacen invisibles a mis labios afiebrados. Agito mi manos simulando que dibujo un volantín de universales colores.

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Emigro latiendo en plástico carcomido para probar torpemente la piedra angular que todo y nada divide , entre tomatera corrupta y ladrillo de estuco dudoso. Respetando el silencio de tus genitales rosa, el murmullo de tu danza de errores, tu prejuicio eterno de papa dorada en poco aceite.

Por un minuto me perdí a mi mismo.

Transmutar el muñeco obsoleto fotografiado hasta el hastió entre iglesias y cementerios ambulantes. El odio que corroe tu pecho, la saliva de los que solo quieren una porción de tus vísceras. Coloreo grafito y grito pecuario. El dedo que pones en tu boca para silenciar el eco de tus prosas, que de tanta imagen en metro, me aburren y descueran. Exhalemos la hoja del ultimo árbol que he guardado en secreto para las gaviotas del futuro. Sembremos el primer sonido que no muere y se descarga por banda-ancha.

Por un minuto me perdí a mi mismo.


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